jueves, marzo 14, 2013

A la noche


La sensación que me descoloca,
que seca a la noche mi boca,
alborota y despoja de ropa
a mi pequeña cabecita loca.

Maldigo al extraño que arropa
la duermevela suave
que despacio,
despacio,
el alma me roba.

¿No es aquello que brota la última gota?
Normal que derrame,
a la noche,
los ríos de firmeza que el suelo no tocan.

Me ata mi toga de sogas,
me impide soñar.
Languidece,
mi luz ya no enfoca.
Otro aliento de luz se me opaca,
efluvio de vida que triste se escapa.

No es la lengua a la poesía paralela,
es sucia estratagema que pesa,
que quema.
No es el miedo al tiempo,
es otra cosa,
¿acaso no acosa el miedo al ocaso?

Es mi iceberg hoy, sin rumbo,
constante deshielo;
a marchas forzadas soplando fuego.
El fuego no es viento ni primavera:
es una boa que en suave seda envuelta,
me traga, me engulle, devora.
Y se va, dejando a su paso su aroma.

La ausencia
de mí mismo
en mí
es un nicho de muerte.

La basta figura del miedo atronador
haciendo del ocaso el filo de un hilo,
afilado y doliente cuchillo
que siembra mi tiempo de noches en vilo,
cortando, serrante,
el duro recuerdo de un cuerpo ahora frío,
frío.

A la noche me visto de llanto,
me envuelvo, me alambro
de espinos y clavos.
Me enquisto la vida,
encalla mi barco en barrenas de salmos.

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