miércoles, marzo 26, 2014

De cómo cobran vida


Antes siempre vencía a la muerte porque mis miedos no tenían forma, son sólo miedos. Ahora que me hago mayor, van tomando formas, haciéndose mi muerte. Durante un tiempo me dieron igual, pensaba en poder escribir sobre ellos e ir matándolos, poco a poco; los pintaba en un papel y podía hacerlos volar o arder. 

Ahora me devoran por dentro, con el cuerpo enterrado hasta el cuello atravesado de lombrices, me devoran la cabeza los monstruos que nunca tuvieron forma. Y hoy se forman, se retuercen en sus nombres y apellidos, en su presencia; toman forma en mi violencia que siempre fue poética y la hacen hoy (ayer) cuerpo.

Mi violencia que era un sueño es ahora carne, es músculo, es estampida real contra el cuerpo de mi monstruo de mil caras.
Mi monstruo es real, como real es la partida: absurda realidad vacía. Me cago en sus muertos.

Era verdad, joder.
Era verdad que la gente se volvía loca, era puta verdad. Era verdad que la violencia de un huracán se puede dar en un cuerpo quieto y lleno de ansiedad, que los ojos se salen de las cuencas, que hay miradas que penetran más que el tiempo, y que poder tener acceso a todo
(poder
tener
acceso 
a Todo)
es un auténtico acceso de locura.
Y si ahora me cuento entre los locos, entre las mentes que se pierden ... ¿qué mierda queda de mi? 
Queda la violencia que, sin ser ya poética, es cruda como la oscuridad que me mece y me come. Queda mi cuerpo que es mi mente; queda el estruendo de hacerle frente al monstruo, romper el sonido por quebrarle la vida


de lo que yo pensaba que era, sólo queda un llanto ahogado, un niño solo, una tediosa llanura vacía