jueves, octubre 02, 2014

Mi intimidad




Tenía pendiente una última entrada, un último texto de este libro que ha recogido los últimos años de mi vida, viéndome crecer, romperme, saltar y caer, brillar y nublar y ponerlo todo a bailar. Pero este libro nunca había visto mi muerte: había visto mi agonía estirándose en el tiempo y a lo largo de la rueda del ratón, pero nunca había presenciado la línea monocroma dejando de quebrar y fundiéndose en un pitido incómodo, acotada entre un "lo estamos perdiendo" y un "joder, joder!".


Tenía pendiente escribirle una manta negra al cajón de mi vida muerta. A la puerta que se cierra escribirle un cordón policial, escribirle al tiempo un reloj y encerrarlo dentro, al dolor escribirle  su receta de valiums y muerte.
En sus necrológicas dijeron que todo estaba bien, que murió feliz mi vida, que lo último que salió de su boca fue una sonrisa tenue y sin fuerzas. Y podían haber tenido razón. Pero no. Lo útlimo que salió de la boca de mi vida fue un huracán, un huracán hecho del "sorrow" que dicen los ingleses. 


¡Un puto huracán, joder! 


Mi vida estaba hincada de rodillas y el cielo se nubló llenándose entero de rayos y truenos que hacían temblar hasta el puto suelo; mi vida tenía los brazos abiertos frente a un gran y pordiosero estadio de fútbol, y sacaba de mi cuerpo la serpiente de siete cabezas que me envenenaba el alma, se moría. Las manos de mi vida estaban apretadas y las uñas clavadas quebrándose en sus palmas, sus ojos inyectados en sangre y una mueca en el rostro con los dientes apretados y la nariz arrugada hablaba por sí sola, y cada músculo contraído lanzaba gritos que significaban incredulidad encorsetada en pánico: el pánico de la ignorancia, de la ignonimia, de las enfermedades de transmisión sexual, de la mentira, 


de la mentira,


de la mentira...

En mi vida había dos tubos de ensayo: un monstruo que se vestía de inocencia y una inocencia que se vestía de monstruo, y por odiarse y no atreverse a mirarse a la cara, se sentaron en un coche y, quebrando las paredes de los tubos y de los ensayos, se desgarraron la piel; y su piel ya no era ni piel ni vestido: eran jirones de sangres, carnes y telas raídos por el dolor, la desesperación, la ignorancia, la mentira... que eran una y la misma cosa...


La mentira,


la mentira,



la mentira...

y dentro del coche parecía que había explotado un cuerpo humano, y el hedor era insoportable porque el cuerpo explotó en veneno y se camufló entre la palanca de cambios y los recobecos de los asientos y fue imposible limpiar tanta mierda. Los cuerpos quedaron tan desfigurados que se pudieron engañar, o que se confundieron y se creyeron no ser ni monstruo ni inocencia; y en esa lucha fraticida a tumba abierta, recogiendo del suelo al monstruo y a la inocencia, e intentando con las manos devolverles a los tubos de ensayo, murió también mi vida.


(Escribirle una manta negra al cajón de mi vida muerta)



Pero si mi vida estaba muerta ya no la necesitaba, de nada vale una vida muerta. Así que me deshice de ella, y las voces que pasaban como flechas y flashes decían que la vida era una mierda y que era muy dura, muy difícil. Y entonces me di cuenta de que, gracias a la Bendita y Santa Bestia que rige el Universo, la vida es difícil, dura (it´s hard!): la vida es puto dura y eso es lo único que hace que sea maravillosa, que merezca la pena echarle huevos y vivirla: si fuese fácil sería una mierda. En ningún momento lo dudé ni me asustó que fuese así, pero ahora lo sabía, lo tenía jodidamente claro.

Y de repente me vi saltando a una piscina como nunca había saltado: empecé a correr y a correr, y dejé atrás la resaca que se me enredaderaba al cuerpo, dejé atrás al demonio que me trepanaba el alma, se deshicieron en polvo las cadenas que me había echado encima y llegué al borde de la piscina

y

sal


y salté como no había saltado en mi puta vida, y vi cómo en el salto se me quedaba atrás hasta la piel, mudando en un instante los años secos de piel de serpiente; llegué más lejos que nunca y me zambullí en el agua como si mi vida hubiese estado esperando a ese justo momento para que todo siguiese siendo maravilloso. y empecé a notar mi vida: no buceaba, me deslizaba por las paredes de la piscina retorciéndome y estirándome como el animal acuático más grande y capaz de hacer eso, mi cuerpo no emitió distancia alguna de seguridad entre mi vida y el mundo. No era yo ni la piscina, era el Océano.


¿y sabéis lo de esos momentos en los que te asalta la comprensión? Pues me asaltó, me abordó como a los capullos ingleses les abordaban los piratas y de repente comprendían que los galones eran mierda y los galeones tierra: lo que pensaba que era la cima, el lugar al que siempre quise volver, no era sino un primer piso con vistas a mí mismo; volverme la espalda, la compleja operación de abandonarse a uno mismo, me pasó la factura correspondiente, pero lo comprendí. Ése primer piso y esa cima no eran otra cosa sino yo, y la sensación de comprender esto fue más fuerte aún que la de la piscina: la luz que buscaba estaba tronando en mi pecho haciéndome polvo los huesos, y ahora podía fluir de mí al mundo. Que fluya. Y entonces fue cuando me lancé...


me

lan 

cé al vacío y me salieron alas. Quise acabar con lo que quedaba de mi vida muerta y abandonarla, y al intentar matarla contra el suelo se me abrió la espalda, y el inconfundible olor a pluma mojada me elevó de nuevo hacia arriba, y podía sentir mis plumas nácar atravesadas por el viento llevándome hacia arriba... hacia arriba... hacia donde mierda signifique eso, pero hacia allá. y se agitaban mis alas con la elegancia de las aves gigantes y mis ojos se abrían como mi boca incrédula, y las nubes me humedecían el rostro y el torso y terminé de comprenderlo. Lloré, "arriba", la muerte de mi vida; lloré de alegría, de haber compartido y aprendido, de haber sufrido y enseñado, de haber amado, de ser amado, de haber crecido, de haber comprendido tanto y tantas cosas, de perdonar, de no saber olvidar, de recordar... Fui el Aire y el Viento en ese mismo momento.





Y ahora, si me disculpáis, tengo que cerrar este libro, ha llegado el momento de tocar Tierra y ser Montaña (pero ya si eso la semana que viene).