martes, diciembre 09, 2008

un viaje inolvidable e inesperado

No soy esa clase de personas que andan sueltos poniendo banda sonora a su vida, de hecho los odio, pero esta no es la entrada del odio.
Conozco a una chica que me llevó hace un rato de viaje. Jamás lo había pasado tan bien, y en este caso, la banda sonora estuvo bien.

Llegamos a París, ella quería ir y fuimos. Nos acostamos en un cesped para que la brisa nos besase durante un par de horas. Nos cansamos de eso y nos fuimos a una pequeña plaza de les 400 coups. Había una fuente, un nogal y un quiosco; niños correteando y dos niñas sentadas en un banco balanceando sus pies mientras besuqueaban un helado de chocolat, ellas son geniales, mejores que todos los que allí estábamos (años después serían pareja).
No había mimos, así que decidimos robar un litro de leche y echar a correr mientras reíamos. El aire intentaba abrazar su pelo, pero no podía, no sé, me gustó esa imagen. Y su sonrisa.
Calle abajo, por donde corríamos, estaba llena de álamos a izquierda y derecha
Había un banco. Realmente bonito, de hierro (con una decoración chulísima) y con el asiento de madera. Había cosas grabadas en ese banco y quise grabar algo yo también, pero me avergoncé y no lo hice.
Allí nos sentamos, los dos.

sssssssshhhhhhhhh


Y de repente llegó el Otoño, todo amarillo verde calmado y marrón, y miles de tonos de naranjas.
Millones de hojas cubrieron el suelo e incluso a nosotros mismos....ella sentía las hojas. Pensé mil cosas más, pero sólo le cogí la mano, sólo la mano, no quería que ninguno nos sintiésemos solos.
Hice que se fuesen las casas de delante y atrás, la carretera también la hice desaparecer, a la gente, a los pocos coches que pasaban, a los perros y gatos que, escondidos, nos miraban también los hice desaparecer; y sólo quedábamos ella y yo sobre el banco bajo el nogal de la plaza, que ya quedaba lejos.
A lo lejos, por donde quiera que mirase se veía el infinito sobre ese paraje de hojas en el suelo de millones de colores. El cielo era blanco, blanco real.
Pero creo que ella no se dió cuenta. No porque no quisiera, no pudo escucharlo, pero en fin, es igual, con que estuviese junto a mí allí a mí me valía

El viaje, por supuesto, continuó, pero mucho más difuso.

Ella quería ver a gente con gorros y a mimos haciéndonos reir.
Yo sólo quería verla sonreir

¡¡¡¡¡¡¡¡ser feliz!!!!!!!!

6 comentarios:

  1. Jo, se me hizo corta..la historia, me gustó..el aire quería abrazar su cabello...........uhmm

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  2. Anónimo12/10/2008

    sigue.
    sigue más,
    esto no se para.
    :)

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  3. Me ha encantado el texto :)

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  4. ¡Muchas gracias! Espero seguir subiendo cositas poco a poco, y seguir leyéndote.

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  5. Anónimo1/10/2009

    las niñas que estaban sentadas, comiendo su helado de chocolate, estaban felices, porque mientras veían como los demás niños corrían, ellas sabían que su sitio estaba allí.... a mi también se me hizo corta la historia

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  6. nadie sabe cuanto echo de menos a mi compañera de viajes a la que no supe...

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