jueves, mayo 06, 2010

Táctica y Estrategia

Recuerdo que era un enano cuando empecé a desarrollar mi táctica estrella. No tendría más de cinco años cuando empezaba a brillar mi talentosa cualidad.
Era verano y yo pasaba siempre unas semanas en casa de mi abuela, y mi abuela, como todas las abuelas (y sobre todo siendo yo su primer nieto) se empeñó en ayudar a mi madre en mi educación.
Yo, a mis cortas entendederas, entendí que la educación que me querían dar mis abuelos se reducía a comer con la espalda recta, usar correctamente los cubiertos, no molestar demasiado, jugar incansablemente y, sobre todo, dormir la siesta. Joder, eran abuelos, debían inculcar eso de la siesta!
Mi abuela era la responsable principal de transmitirme este conocimiento; siempre me convencía diciéndome que no íbamos a dormir, que íbamos a descansar un rato (nunca entendí eso hasta que pasé los dieciséis). mis cálculos y elucubraciones varias me llevan a pensar que después de haberme sentido estafado varias tardes, empecé a desarrollar la habilidad de la que hablaba.

Todo comenzaba haciéndole notar a mi abuela mi calor, pudiendo así alejarme un poco en la cama. Poco a poco iba deslizando mi grácil cuerpo de niño de cinco años hasta el frío suelo de una habitación oscura en la que dormían mis abuelos normalmente (ahora ocupada por mi somnolienta abuela y por su nieto hiperactivo). Notaba cada arruga de la sábana que podía hacerle a mi cancervera educativa emerger del duermevela como una ballena del mar. A veces pasaba, sí, me decía el "¿a dónde va usted?" mientras me agarraba del brazo frustrando mi huída; pero la mayoría de las veces no era así, en la mayoría de mis calurosas siestas solía salir triunfante hasta el salón, donde mi abuelo, siempre tan cómplice de todas mis jodiendas, me sentaba con él a ver la vuelta ciclista por la dos.
Eran unos momentos de gloria inexpugnables. Juraría ahora sobre mi persona que jamás me sentía tan feliz como cuando burlaba las barreras de seguridad educativas que me imponían vilmente (gracias abuela por enseñarme lo que era la bendita siesta).

Y ésta era mi táctica: deslizarme paulatinamente de la cama hasta desaparecer (metáfora que bien me podría describir actualmente); lo que desconocía era la estrategia. ¿cuál sería la estrategia de esta maravillosa táctica?, siempre me lo he preguntado, y por fin lo sé: pasar la mayor parte del tiempo despierto, los ojos abiertos y el corazón latiendo más rápido de lo normal. la cara expectante escondido tras un sofá mientras que simulaban que yo no estaba, y saltar sobre ellos como un león enfurecido, gruñendo y gritando a cuatro patas, despeinado y enseñándo los dientes, en pijama. Saltar y gritar, hacer ruido, mucho ruido, incluso sentir dolor, la única forma de sentirme vivo.
Y me doy cuenta ahora de la estrategia, cuando he tenido que desarrollar La Táctica en mi casa con mi hermana pequeña, que siempre se despierta a media noche llamando a su mamá. y hoy ha tenido la suerte de tener a su hermano mayor en la habitación de al lado para prometerle que no había nada detrás de la puerta, convencerle de que se durmiese y asegurarle que dormiría con ella toda la noche. Y tan sólo diez minutos después, cuando su respiración se había relajadao, me estaba viendo a mí mismo, con mis no sé cuantos años, deslizándome poco a poco por sus sábanas hasta sentir el frío suelo de la habitación de una niña de cuatro años, repleta de peluches y cenefas de patitos bailarines y sonrientes.


y mis dos cancerveras de la cama se llaman igual.

(por cierto, un suave desliz de sábanas para todas las mariluz)



(tampoco quisiera que éste fuese mi homenaje al poeta...)

3 comentarios:

  1. qué bonito...

    gracias por tu comentario. un placer

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  2. ay, cuántas siestas desperdiciadas por culpa de esa Táctica...

    por cierto, será porque llevo unos días sensibleros y tal... pero me ha parecido una entrada súper bonita.
    :)

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  3. Yo he sido esa niña de cuatro años

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