viernes, abril 05, 2013

Una forma del tiempo



¿cómo es el tiempo no teniéndote?

Es largo, es raro. Se desliza como una hoja ínfima de cuchillo sobre la piel, corta sin llegar a sangrar pero hiere. El tiempo, sin tenerte, es una experiencia lacerante. El no-tenerte-tiempo es como el vacío, es como un pulmón expirado, plegado, esperando la inspiración. Me siento atravesado por la taxidermia si vivo el tiempo sin tenerte. El tiempo en el que no te tengo es como unos brazos a mi cabeza enganchados forzándome a frenar. Mi cuerpo sabe que el tiempo, no teniéndote, no es tiempo, y demanda el cambio, el giro definitivo; me manda el mensaje de acabar con esto, me manda el mensaje de tirar esta mesa contra la pared, de romperme la camiseta, de tirarme del pelo, de salir corriendo hacia ninguna parte... me manda mensajes confusos que ni yo mismo sé interpretar ni quiero.

El tiempo de no tenerte es hallarme de pié, con las manos atadas a la espalda y los ojos vendados, ante algo que no sé lo que es, pero que respira hondamente, un animal gigante cuya respiración intranquila me desborda por todas partes, me despeina, me inquieta. El tiempo en que no te tengo es como caer, atado de pies y manos y con los ojos vendados, a un precipicio que no acaba, a un vacío sideral que hipostasia el propio tiempo de no tenerte. Esa sensación de vértigo en el estómago es la del tiempo no teniéndote.

El no-tenerte-tiempo es como la niebla, es como estar en medio de una densa niebla, ofuscado. Es como si el espacio ya no existiese, como si esa dimensión ya no importase porque los segundos siguen transcurriendo y yo sigo sin tenerte, incrustado en el tiempo de no tenerte. Y ni mis brazos me veo porque el tiempo de no tenerte es raro de cojones, es el desasosiego, joder.

El tiempo de no tenerte se me impone como la necesidad de buscarte, mi atención se des-serena y se disipa en la niebla como un perro buscando su cola. Mi atención está en ti y ni siquiera puedo pensar el no-tenerte-tiempo para entenderlo y salvarme, y salvarnos.

El tiempo no teniéndote es parar mi corazón, frenar los latidos y sentir la Naturaleza respirando en mí.

La respuesta, sin embargo, al tiempo de no tenerte es salir corriendo en la niebla, lo más rápido que pueda; la respuesta es poner a prueba mi cuerpo y ser yo el que mande los mensajes, la respuesta es buscar el colapso físico, llevar mi cuerpo al límite y dejar atrás la niebla, aunque siga sin tenerte: sólo así podré encontrarte desde el no-tenerte-tiempo. La respuesta es vencerme a mí mismo en esta batalla fratricida.
La respuesta al tiempo no teniéndote es compleja, tanto como el propio tiempo de no tenerte, por eso cuesta encontrar la propia sensación, y de ella la victoria. El tiempo de no tenerte es para no necesitarte, para no reclamarte, para no interpelarte, para no buscar en ti la estrella fugaz que ambos buscamos y que fuera encontraremos. Es para no estar frente a ti, si no a tu lado, para negar el fuego cruzado y respirar juntos en la misma dirección, volando, libres.

El tiempo de no tenerte es para amarte, para pensarte libre, para ver en ti lo más profundo de mi existirme.

Me visto de verbos que nunca entendí para hoy encontrarte al final de esta plaza, con tu pelo rubio destacando sobre el resto (el ingente e infinito resto que es un desdibujo), con tus rizos suaves esperando a mis dedos, con tu mirada escondida en tus gafas de sol, con tu jersey amarillo alumbrando la plaza, con tus vaqueros azules regando la tierra, con tu paso decidido buscando mi rostro, con tu sonrisa...

Con la sonrisa que, tímida, se dibuja suavemente al verme mirándote, en silencio, al fondo; la sonrisa que se convierte en labios que pronto me besan, en suaves colores que llenan de flores mis humores y elevan mi cuerpo saltándose a sí mismo. Los besos que invocan abrazos, los abrazos que besos invocan, la espiral del amarte que a sí misma se invoca y que nunca se nos acaba, haciendo presente el tiempo de tenerte, el tiempo de encontrarte, el tiempo teniéndote. Tu pelo encontrando su sitio en el viento, marcando en ahoras el tiempo teniéndote.


Hay esperas que invocan primaveras, y hay personas que vuelven que son la Primavera (y algún día os contaré cómo).

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