Hoja de papel. ¿Quién lo diría a estas alturas de mi barbilla que mira al mundo hueco que me rodea? Pues sí, hoja de papel y un boli azul de propaganda (odio a los bolis azules) para desvirgar y quizás violar a este siniestro espacio.
Ahora, pronto, aparecería una frase ingeniosa, quizás una alusión a una cita de una persona famosa (puede que un escritor ya muerto y enterrado). Posible sería también la puesta en escena de lo banal del mundo, de lo incunable del ser humano, de los odios y amores que nos gritan al oido, como un desprecio a todo y volver a ingresar en el olor prematuro, como una hoja en blanco, como una patética hoja en blanco.
Pero no, ahora no aparecerán.
Trane, por su parte y susurrándome al oido, por fin me habla de sus cosas favoritas, pero muy tímidamente. Me ayuda a escribir con sus interminables soliloquios agradables.
¿Cigarro liado en mano, humo en toda la habitación? No. Sol en los cristales, colillas demasiado lejanas al escritorio como para recogerlas y bolsas violetas bajo los miradores.
Tras mi silla, un flotante universo de maletas casi vacías y mal cerradas llenas hasta arriba de poca ropa, algún libro o libreta, algún instrumento de escritura y droga para el camino.
Es lo que tiene viajar en invierno.
¿Para que poner en escena superfluas banalidades y bajas pasiones pudiendo realizar un leve esbozo de genial indiferencia dejando la hoja en blanco?. Quizás, por contra, sea adecuado romper su impoluta esencia con cientos de palabras inconexas teniendo a fin, el reflejar la belleza de una mente enajenada, aquejada de profunda locura por tantos viajes en invierno.
ResponderEliminarFeeeenchuuuu!!! :)
¿Es mejor, quizás, mostrar en una primera entrada nobles pasiones de una altura inconmensurable y establecer ahí mismo el límite?
ResponderEliminarEn mi opinión es brutalmente mejor y más atractivo tratar de momento un tema factible y agradable, ya llegarán las agonías a vida o muerte.
Pepeeeeeeeee!!! ajá!